Las sutilezas de las cosas invisibles.




Esteban siempre, de regreso a su casa, toma justo a 200 metros de ella, un camino que lo lleva hacia dos calles que tienen poca luz. En ellas se ve, pero se ve poco. Él va distraído, escuchando música porque al fin y al cabo, la caminata la hace por gusto y no tiene por qué andar prestando atención a lo que suceda en su entorno.

Nunca pasa nada, a no ser por la aparición de una señora regando las plantas o de una pareja aprovechando la oscuridad. De igual modo, con frecuencia acostumbran aparecer muchos gatitos, quizás de la pertenencia de un señor que siempre encuentra cuando está sacando la basura.

No iba a ser algo distinto su caminata por esas calles excepto por algo increíble.

Mientras caminaba y estaba apunto de poner el pie derecho en la parte baja de una escalinata, Esteban, escuchó que alguien a su derecha gritaba fuertemente "¡Cuidado!". De repente, él, sin mover la cabeza, observó hacia abajo que su pie, en medio de la oscuridad, estaba a punto de aplastar a un frágil gatito. El pie ya iba bajando, el punto de apoyo dado por la pierna izquierda ya había dejado de soportarlo y todo el peso de su cuerpo estaba ahora a merced de la gravedad, de un nuevo escalón y a la espera de la desafortunada matanza. El gato iba a morir, sin dudas, y un pie iba a provocar los ruidos de unos huesos al romperse. Las cosas posibles iban a cobrar una nueva víctima....

...Esteban estaba en el medio de la oscuridad. Todo pasaba en cámara lenta. Ese alguien que gritaba era una niña. Su rostro era muy expresivo pero todavía cauto dado que, en la inmensidad de los segundos, nada aún había pasado. Sin mover el rostro, él observó a la niña y se adelantó su posible rostro sabiendo de antemano que no había sucedido el trágico accidente todavía. Porque todavía nada había pasado...

En esa noche lo único constante era la gravedad y la oscuridad, y el pie bajando indefectiblemente, fatídico, como bañando al gato de un hado fatal ineluctable. Ese hado que toma a los hombres del mundo por sorpresa, siempre.

Entonces, con un movimiento que trepó la naturaleza, antes de perder todo contacto con aquél escalón, el pie izquierdo de Esteban provocó, en la bajada, un impulso que sobró y contradijo cualquier ley. No se sabe qué fue, pero a un centímetro del gato, sus dos pies se doblaron sobremanera y una de sus manos raspó con los nudillos la pared de la izquierda. El hombro sirvió de soporte. Su camisa distinguió una grieta. Esteban se desparramó contra-natura, como pisando la gravedad, y puso su pie derecho en una posición detrás del gatito justo encima del final de su cola. Un chillido feroz, la nena con el rostro acorde al ruido y Esteban haciéndose paso como hombre común entre los escalones. 

Las cosas imposibles habían aparecido tras el manto de la noche... y quién diría que justo en esas calles. 

El gato sobrevivió. Sólo se desparramó despavorido entre las rejas de una casa.

La niña y quien la acompañaba, sólo vieron algo parecido a un tropezón y seguramente recordarán que, por algo parecido a un descuido, un chico llamado Esteban pisó la cola de un animal, un día de mayo. Pero, por ahí pasó algo más...sin dudas.

Ya Esteban va de regreso a su casa. Está frustrado porque sólo a él le suceden las sutilezas de las cosas invisibles. No se lo contará a nadie, y nunca nadie sabrá que trepó contra-natura la gravedad y volcó para momentos después el halo fatal de un gatito. Nunca nadie lo sabrá jamás. Las cosas invisibles deben ser siempre no vistas.

Esteban hace un sorbo de su café, parece un hombre común...

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Imagen
http://lepetonio.wordpress.com/2008/12/03/tema-0-introduccion-a-la-educacion-artistica/

Comentarios

Alimontero ha dicho que…
Hola mi querido amigo, tanto tiempo, como ves aquí me tienes, no me olvido...demoro más llego!

Me pasó algo así hace 4 años aprox y el gritería de "mis hijos" grandes...hizo que me diera una voltareta que me dejó un moretón inolvidable... ahi sí que todos vieron!! ;-)

Te espero por casa, siempre la puerta está abierta, ...por si llegas!!

Besos,

Ali

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