Un sueño con la madre de todos los finales: la Muerte

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Una vez soñé que me morí.

Estaba acostado tal vez en un hospital y pensaba, ya con esa sensación encima que deben tener quienes saben que están en el final de su vida, qué será eso de morir. Me parecía fantástico y aterradoramente curioso. "¿Qué es eso de morir?, ¿habrá algo más?". Pensaba en la posibilidad de una continuidad, de una vida después de la muerte, pero al mismo tiempo me preguntaba "¿y si todo, todo, terminase aquí mismo?".

Recuerdo que había gente que se movía y que había unas voces en ese sueño, aunque no sé qué pudieron haber dicho. No recuerdo tampoco si estaba en el suelo o en alguna camilla, sí recuerdo que estaba acostado o tendido en el suelo mirando hacia arriba. Yo me estaba dando cuenta de que en algunos segundos me iba a morir. Realmente me pareció curioso eso del final, que las cosas a partir de un momento no iban a ser iguales a todo lo anteriormente conocido en una vida y que había una posibilidad que no existieran más. Esa no igualdad me resultaba curiosa y aterradora. Que todo lo que yo era hasta ese día iba a finalizar, de un modo u otro. Recuerdo haber tenido miedo, expectación, intriga y vacío, todo, yendo y viniendo.

Dentro de cinco segundos moriría...

Dos segundos. ¿Voy a morir? ¿Voy a traspasar? ¿Me voy a terminar? ¿Seguiré siendo yo mismo?

Hasta que, sin dudas, en este bendito sueño me morí. A continuación percibí consciencia de un modo residual, es decir, como sabiendo que esas últimas olas, esas últimas vibraciones del modo particular en que uno lo hacía todos los días, eran precisamente las últimas. Percibí que ese modo de acceder a una consciencia era el último.

De un momento a otro todo se puso negro a mi alrededor, era como cerrar los ojos y que quedasen vestigios de la luz; siendo esa oscuridad distinta a las otras oscuridades que uno pudiera experimentar, me percaté de que tenía textura. Parecía ser que era yo, esta identidad en su último momento de conexión, lo que sentía una oscuridad movediza, como el agua en un pantano hecho aire y algodón. Luego de un rato, percibí que yo no era lo único en movimiento.

Sentí un movimiento más direccional que simplemente ese todo negro que me rodeaba. Esta identidad se movía. "Yo" me movía. Me estaba moviendo hacia arriba y hacia adelante (estoy segurísimo que la sensación de moverme no era ni para atrás ni para abajo, segurísimo). No sentía el cuerpo y sin embargo sentía la existencia a la altura de los ojos. Sentía la existencia a la altura de mis ojos. Me pareció curioso recordar eso hoy y fue así.

Acepté el momento como pensando que esto era lo que le sucedía a los vivos desde el principio de los tiempos. "No puedo preocuparme por qué es lo que sigue. Esto es así", pensaba. Y me solté por un instante. O sea, solté. Y por un instante.

Recuerdo sentir ir hacia arriba y hacia adelante, pero también percibí que no me estaba moviendo por este mundo. ¿Otro plano? Iba hacia arriba y adelante atravesando algo, ¿dimensiones?, ¿franjas? Yo sentía que iba pasando franjas, huecos, en la textura de una realidad. No sé cuáles "dimensiones", ni las pude ver, ni nada. Sé que atravesaba una inmensidad, una distancia alejada de estos átomos conocidos, con la particularidad de que ese transitar era raspado por capas que yo percibí como dimensiones. Realmente parecía que me iba hacia otro lugar, que transitaba, que me movía, pero no era espacio lo que dejaba atrás, ni era espacio lo que había delante (tratado de explicar suena incoherente, pero fue más o menos así). Sentí esto (porque no lo pensé, no era pensamiento): "es otro orden de cosas". Otro orden. Y entiendo muy bien esa expresión. Hay un ordenamiento de las cosas cuando uno está angustiado y otro distinto cuando uno está totalmente tranquilo. Una dimensión y otra dimensión. Otro orden.

Y llegó la luz. Alguien la prendió, se prendió sola, o el lugar tenía luz encendida. Lo primero que recuerdo de ese instante es ir de abajo hacia arriba. Sentí la luz delante de mí. Cuando me di cuenta de que "allá había luz", percibí que había una separación: yo estaba en la parte oscura yendo hacia la luz, y que "de aquí para allá había oscuridad y que de allá para aquí había luz". En este tramo de la experiencia no hice juicios de valor asociando oscuridad con ignorancia y algo malo, ni luz con conocimiento y algo bueno, simplemente aquí estaba oscuro y allá había luz.

Field of Light Uluru, Romain Pontida (Flickr)

Esa luz no era una sola luz, sino que había varias. Eran muchas luces, algunas más grandes, otras más chicas, en un fondo de luz. Se distinguían por alguna razón, aunque no sé por qué se distinguían. Prestando más atención, vi que eso era un gran campo de luz y luces, como un gran sembrado de maíz. Era inmenso. No recuerdo haber sentido infinidad o "eternidad". Sí recuerdo haber percibido inmensidad (eso lo sé porque, aquí entre nos, tuve una vez un dejo de inspiración y suspiro, y un día mientras caminaba "sentí la inmensidad", y aunque este sentimiento no fue exactamente el mismo que aquél, el acceso y la intuición de algo grande deja un sabor en la boca*. En esta edición del 03/05/2019 sé que lo que tuve ese día fue percepción).

Yo ya no era yo. Mis accesos a darme cuenta no eran los mismos que en la tierra mientras "estaba vivo". De algún modo me daba cuenta de las cosas en este campo de luz, pero no había sistema nervioso, tampoco cerebro y aunque me resultara rarísimo, tampoco había pensamiento.

Respecto de esto último, recuerdo que una vez, acostado en casa hace unos años, en un estado de meditación o borrachera (uno nunca sabe...), entré en lo que parecía ser un estado mental de realidad no ordinaria y tuve varios "darme cuenta" (awareness) sin ayuda del pensamiento. Me pareció extremadamente sorprendente darme cuenta de la "realidad" sin que ese contenido se filtrase bajo el pensamiento. Vi que mi consciencia transitaba por las texturas de lo circundante y que tenía pequeños vistos de precisión, ¡pero sin el pensamiento! No había pensamiento verbal. En este estado me pregunté "¿qué es eso de darme cuenta de esto sin hacer uso del pensamiento?". Por supuesto, no tuve ni tengo respuestas pero entendí que hay más que el pensamiento ("más", no en el sentido de suma, sino que hay otros caminos viables, tal vez paralelos o no, de otra materia prima que sólo el pensamiento para tener contacto con el mundo. Puede que haya tenido en adulto una percepción pura de bebé, algo que se deja de tener una vez que se aprende a hablar y se "piensa" a través de ese habla, aparentemente).

Delante de mí, a mi derecha y a mi izquierda, veía paredes de luz hasta donde llegaba mi percepción. Yo llegué a ese campo desde abajo y, al parecer, también me elevé un poco por sobre ese campo para luego bajar y situarme en medio de él. Siempre estos movimientos eran hacia adelante. No lo hacía voluntariamente, eso que se daba cuenta de las cosas (es decir, algo que parecía ser yo) se movía solo. Recuerdo que percibí que el movimiento "me era dado", como cuando alguien te hamaca. Algo me movía. Y entre lo que sentía en ese instante tuve la precisión de que se me guiaba. Me movía sin voluntad pero no era obligado a ir hacia ningún lugar en particular, sino que ese empuje tenía dirección, un ordenamiento, un sabor, que me decía que tenía que ir paso a paso. La sensación era que se me guiaba y que, al no saber yo qué hacer ahí, se me invitaba con el movimiento a ir enterándome (esto último también tenía una clase de delicia, gracia, color, sabor, filo). A partir de esos instantes, sentí que mientras se me guiaba, mientras "avanzaba", dejaba atrás la ignorancia (todo era conocimiento o todo era enterarme de las cosas, de las ruedas, del giro, de los engranes). Ya sea que mirase hacia arriba, abajo o a los lados, todo lo que fuera un movimiento en ese lugar era dejar atrás la oscuridad del desconocimiento. Tenía la sensación de que cada instante transitado era más luz. Esa especie de conocimiento no se estructuraba en una psicología tal cual lo hacemos aquí (aparentemente). Ese conocimiento era totalmente distinto (ojo, tampoco era algún tipo de Nirvana o iluminación krishnamurtiana). Es muy difícil de explicar.

El campo tenía paredes de luz (como paneles de oficina) y recuerdo perfectamente (perfectamente) que esas paredes estaban situadas en diagonal. Una pared de luz detrás de otra, luego, una franja en el medio similar a un pasillo y de nuevo paredes de luz diagonales, unas separadas de las otras, hasta casi el infinito, tanto hacia adelante por ese pasillo, como hacia los lados, por esos paneles. Viendo de arriba hacia ese campo (que vuelvo a mencionar se parecía a un sembradío de maíz, pero de luz, con esas franjas de tierra en el medio) todo era así hasta donde llegaba mi visión: luz y más luz, pasillos de luz diferenciales y luz y más luz. Guiado, o por inercia o lo que fuere, bajé hasta un pasillo. Que yo bajase a ese pasillo en particular me pareció raro; sentí temeridad, la delicia de la aventura, sentí el "miedo a lo desconocido", y otra vez una sensación de haber dejado atrás lo conocido, la existencia y que ahora era todo nuevo, todo totalmente distinto. Ante ese miedo, otra vez me solté y sentí alivio. Y aquí sucedió algo impresionante para mí: a partir de este momento sentí una clara guía, tuve una diferenciada sensación de que realmente se me guiaba, me sentí acompañado, y, si había alguna clase de soledad hasta esos momentos, me dejé de sentir solo de nuevo. Esto sucedió justo cuando bajé al pasillo, la no soledad, la compañía de una individualidad que velaba por mí. Individualidad o la existencia de algo más a mi alrededor, algo más grande que yo. 

Y, al parecer, realmente no estaba solo.

En ese campo de luz había otras luces que eran como yo, o que estaban configuradas como yo: tenían o habían tenido oscuridad e ignorancia, estaban dejando de tenerla, no sabían lo que venía y estaban bastante intrigados y desorientados. Recuerdo la sensación como si fuera que todos éramos turistas coincidiendo en un ascensor o en un rincón de un museo, que requerían ir a un lugar específico, que no sabían cómo llegar, que no sabían cómo fue que llegaron ahí, que teníamos desorientación y que estábamos a punto de enterarnos de algo. Esa coincidencia, esa sensación de que todos nos estábamos por enterar inmediatamente de qué se trataba, esa inevitabilidad, me resultaron deliciosas, agradables, me hizo sentir que no había soledad, "que todos estamos en la misma", al menos en ese inmenso rincón. 

Quiero subrayar la percepción sin igual que tenía de que todos ahí "inmediatamente" íbamos a dejar la ignorancia. El paso de un estado a otro siempre me pareció curioso, desde el líquido al sólido, desde un bebé en la panza hasta llegar al exterior, desde la angustia hacia la no-angustia. Los instantes previos a que todo cambie y verse envuelto ya en el cambio... Siempre me resultó curioso y así también lo entendía en esos momentos. De la misma manera en que antes había sentido y pensado que "en dos segundos me moriría", aquí tenía la certeza de que en escasos segundos, en nada de tiempo, casi ya mismo, iba a dejar atrás la ignorancia y la ceguera.

Cuando bajé a ese pasillo en particular sentí un poco de miedo, como si fuera que me estuviera arriesgando, para justo al momento siguiente, sentirme algo aliviado, acompañado y guiado. Se me trasladó por el pasillo y es ahí cuando percibí las otras luces, que eran como yo, que conté más arriba. Mientras me movía por ese pasillo de luz, veía esos paneles de luz también, que los iba pasando "de uno en uno". Ahí vi infinitas situaciones, como si en cada panel hubieran cientos de pantallas de televisión con imágenes de cosas que pasan y transcurren. Vi circunstancias de la existencia, cientos de cosas (¿personas?) que se movían, que existían, que iban y venían, todo eso hasta el siguiente panel de luz en donde la intuición y percepción eran de estar viendo algo igualmente parecido, siendo esas representaciones distintas al del panel anterior. Pensé o percibí: "¡tanta variedad! Tantas cosas distintas, tantas coincidencias en una misma existencia"; tuve la sensación que todo era distinto dentro de una misma agrupación de cosas, que esas situaciones y lo que aparentemente eran personas eran como bolitas coloridas coexistiendo es un frasco, al lado de otros miles de frascos. Sentí (y quizás me vi reflejado) la pequeñez de una persona o ser sintiente, sintiendo. Sentir en la vida era algo pequeño o minúsculo, con la importancia que debiera tener pero que se ubicaba dentro de algo totalmente más grande, que todo lo demás por fuera de ese sentir era mucho más grande que ese cable conectado. Creo que tuve la percepción de que el ser humano es un minúsculo manojo de nervios perdido como un grano de arena en una Galaxia.

Seguidamente, me sentí de nuevo solo y desorientado (iba y venía con ese sentimiento). Miré hacia mi izquierda y vi a una luz "individual" que al parecer era alguien como yo, con la misma desorientación. Lo que pondré ahora no es esto lo que ahí sucedió, pero la sensación es muy parecida: vi los ojos de esa otra luz y sentí, como dos personas que coinciden en una cornisa, una especie de desolación sólida en frente de algo indiscutiblemente no rebobinable, en frente de algo que iba a seguir su curso, sí o sí, inexorablemente, sin importar la calidad del berrinche espiritual que se pudiera hacer. Vi esa desorientación en esa luz y al instante una especie de sonrisa, de aceptación, y yo pensé en ese momento (o me di cuenta) que su aceptación era la mía, los dos en la cornisa éramos justamente los dos en una cornisa, a punto de caer hacia el conocimiento o de subir desde la ignorancia, sin posibilidades ni la estructura para cambiar el curso de la situación, de los hechos, de la corriente. Con esa sonrisa y aceptación de esa luz, que a mi parecer era alguien como yo, vino un alivio y nuevamente una sensación de estar siendo guiado. [Posteriormente, me vino a la mente una escena parecida de la película Titanic de James Cameron (aunque sin la sonrisa del personaje que mira a Jack o Rose) justo cuando el barco se parte en dos y la mitad queda vertical y los actores se miran mientras saben que esa mitad, a la que están trepados, irremediablemente se va a hundir.]


Luces en el interior de un museo. Imagen: smart-lighting.es

Miré hacia arriba de esos paneles de luz, puestos uno al lado de otros de manera diagonal, formando todos un pasillo por sección, y observé otra luz distinta que se destacaba. La luz por encima de esos paneles, desde la vista de ese pasillo, era como la luz de un reflector chocando con la base de una pared, similar a como aquí nosotros veríamos un monumento o edificio histórico iluminado artísticamente (imagen arriba de un museo iluminado internamente para graficar). Esa luz, que instantáneamente sentí como que era mi guía, me dejó amabilidad, es como si me pusiera amabilidad dentro de mí. De nuevo mi visión fue para esos paneles de luz y las cientos de situaciones distintas que alcanzaba a ver, ahora con esa sensación de que la luz arriba de los paneles me guiaba. También percibí que en los otros pasillos, arriba de los otros paneles, en las otras secciones a mis costados, había otras luces iguales que hacían de guía a esas otras luces como yo. Sentí alivio, sentí que todo era conocimiento y que no "pensaba" o accedía a la consciencia de los estados a mi alrededor de la misma manera antes de "morir". Saboreé la exquisita trama y disposición de esa particularidad. Como si el polen de esa realidad entrase por otro conducto. Tuve esa precisión de nuevo. Supe con esa luz que tenía que ir por el pasillo. La costumbre hizo nacer un pequeño dejo de resistencia, pero inmediatamente de nuevo me solté a lo que me deparase ese pasillo particular, paralelo a tantos otros cientos de pasillos. 

De repente, intuí que iba a dar un paso adicional. Lo que seguía era que iba a acceder a la culminación, que me iba a asentar en la base por fin, que lo que uno era iba a ser dejado atrás para no volver nunca más, nada, absolutamente nada a partir de este punto iba a ser igual: que la nostalgia iba a terminar para siempre.

Y desperté.


Última edición: 03/05/2018

Este sueño lo tuve hace unos meses. La persistencia de su recuerdo me hizo volcarlo en un relato. Un sueño bien raro, no? Un saludo!


* No sé si lo puse en este blog, pero hace unos años mientras caminaba de noche vi un insecto (de esos que andan cerca de las luces) sobre el portón de un galpón enorme. Al instante, me vi caminando yo, vi el insecto y luego vi el tamaño del galpón con respecto al insecto, y percibí el mundo y el universo con respecto a mí mismo, el galpón y el insecto. Tampoco fue iluminación ni nada por el estilo. Desde mi pesimismo puedo decir que fue un dejo de percepción cuasi pura con otro dejo de cultura comparativa de tamaños. Fue lisa y llanamente "percepción" (la segunda forma de la percepción. Anotación mayo 2019). Digo que lo que sucedió a continuación de esa percepción fue una especie de inspiración poética, pero también digo que tuve una intuición de la inmensidad.

Comentarios

Hernán ha dicho que…
Genial, atrapante narración sobre la muerte, saludos.
Nike ha dicho que…
¡Gracias, Hernán! Creo que tuve un par de sueños más sobre morir, pero este fue totalmente distinto. Suerte que esta vez lo conté aquí, porque si alguien me preguntase sobre este sueño, actualmente casi ni me acuerdo los detalles si tuviera que recordarlos.

Un saludo!!!

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