Sueños de libertad con la mandíbula apretada
Ayer por casi todo un mediodía pude hacer que las imágenes no se formaran. Una imagen es un punto de significación en la mente. Apenas salí, aquietado, con el corazón inmiscuido en una serenidad, observé cómo una imagen quería formarse. Cruzando la calle, otra. Al llegar a mitad de una cuadra, otra. Promediando la avenida, otra. Las imágenes querían aparecer pero yo no las dejaba.
Después de varias de ellas una pudo tomar su lugar y cumplió su función. Me adherí costumbrosamente por un momento a ella. Cuando me di cuenta que me había adherido a esa imagen, me despegué, y seguí con el corazón en relativa serenidad.
Al pasar por un tumulto de gente, otra imagen más. Al salir del tumulto, otra. Más allá, otra más. Ningún bombardeo ayer tenía su lugar.
Llegando al centro de la ciudad observé mi reflejo en una vidriera, una nueva imagen apareció y me adherí a ella sin darme cuenta. Caminé varias cuadras hasta entender que nuevamente me había adherido. Este entendimiento tardío hizo que me viniera otra imagen, esta vez, de frustración. Poderosa como es le hice nuevo caso. A estas alturas, de varias imágenes, sólo me había apegado a tres.
En el tramo aledaño a la plaza principal de la ciudad observé las piernas de una joven. Y una nueva imagen más potente se vino hacia mi mente. Ni siquiera pude prepararme más allá de mi preparación. Las piernas de la joven...una imagen con otra imagen adentro. Mi mente es muy rápida y mi Yo muy lento.
Es un trabajo extremadamente difícil el hacer que las imágenes no tomen lugar. Uno tiene que estar atento a todo. A absolutamente a todo lo que suceda en la mente. Con serenidad la tarea se hace más fácil. En medio de un remolino prácticamente imposible.
Hoy, en cambio, a penas salí de la cama, una imagen ya había tomado lugar, y yo, ingenuo, sin darme cuenta, dejaba que ella permanezca funcionando. Sin irse esa imagen, vino otra más, y otra, y otra, y otra más. No he podido siquiera hacer nada de lo que en el mediodía de ayer había hecho.
Al final del tramo de este día, sobrevino el miedo. Las imágenes tomando lugar en simultáneo y mi lucha por que se vayan dá como resultado miedo.
Mi mandíbula se vuelve a apretar cuando me acuesto y, trabada así como está, me muevo a la hora de pararme y andar.
Soy un principiante en casi cualquier cosa que me ponga a pensar. Todo pensamiento que se posa en mi mente tiene una cuota de razón, por más justo o injusto que sea. Dar vida o matar, morir o vivir, en muchas ocasiones me son lo mismo en el recinto de mi propia mente.
Mi cuerpo y mi yo no acompañan. No sé quién no lo hace primero. Tengo tres timones a los que darle un fin.
Aires de Libertad con la mandíbula apretada, a dónde está el vuelo tras las líneas que se forman en las nubes. La bajada en vuelo que reconforta al estómago. A dónde está la frescura de un día en las instancias de la vida.
Tengo 26 años. Hoy no recuerdo cosas de ayer, ni de antes de ayer. La memoria es un asunto sin importancia. Pero el mundo me exige memoria. Pagar las cuentas...no quiero insertarme a este mundo, quiero irme de él.
Quiero quedarme con los vacíos y los faltantes y que ninguna de esas imágenes se vuelvan a formar. No quiero DVDs ni ladrillos formando una casa. No quiero ropa, quiero una mañana tranquila.
Sueños de libertad con la mandíbula apretada...-me digo.
Después de varias de ellas una pudo tomar su lugar y cumplió su función. Me adherí costumbrosamente por un momento a ella. Cuando me di cuenta que me había adherido a esa imagen, me despegué, y seguí con el corazón en relativa serenidad.
Al pasar por un tumulto de gente, otra imagen más. Al salir del tumulto, otra. Más allá, otra más. Ningún bombardeo ayer tenía su lugar.
Llegando al centro de la ciudad observé mi reflejo en una vidriera, una nueva imagen apareció y me adherí a ella sin darme cuenta. Caminé varias cuadras hasta entender que nuevamente me había adherido. Este entendimiento tardío hizo que me viniera otra imagen, esta vez, de frustración. Poderosa como es le hice nuevo caso. A estas alturas, de varias imágenes, sólo me había apegado a tres.
En el tramo aledaño a la plaza principal de la ciudad observé las piernas de una joven. Y una nueva imagen más potente se vino hacia mi mente. Ni siquiera pude prepararme más allá de mi preparación. Las piernas de la joven...una imagen con otra imagen adentro. Mi mente es muy rápida y mi Yo muy lento.
Es un trabajo extremadamente difícil el hacer que las imágenes no tomen lugar. Uno tiene que estar atento a todo. A absolutamente a todo lo que suceda en la mente. Con serenidad la tarea se hace más fácil. En medio de un remolino prácticamente imposible.
Hoy, en cambio, a penas salí de la cama, una imagen ya había tomado lugar, y yo, ingenuo, sin darme cuenta, dejaba que ella permanezca funcionando. Sin irse esa imagen, vino otra más, y otra, y otra, y otra más. No he podido siquiera hacer nada de lo que en el mediodía de ayer había hecho.
Al final del tramo de este día, sobrevino el miedo. Las imágenes tomando lugar en simultáneo y mi lucha por que se vayan dá como resultado miedo.
Mi mandíbula se vuelve a apretar cuando me acuesto y, trabada así como está, me muevo a la hora de pararme y andar.
Soy un principiante en casi cualquier cosa que me ponga a pensar. Todo pensamiento que se posa en mi mente tiene una cuota de razón, por más justo o injusto que sea. Dar vida o matar, morir o vivir, en muchas ocasiones me son lo mismo en el recinto de mi propia mente.
Mi cuerpo y mi yo no acompañan. No sé quién no lo hace primero. Tengo tres timones a los que darle un fin.
Aires de Libertad con la mandíbula apretada, a dónde está el vuelo tras las líneas que se forman en las nubes. La bajada en vuelo que reconforta al estómago. A dónde está la frescura de un día en las instancias de la vida.
Tengo 26 años. Hoy no recuerdo cosas de ayer, ni de antes de ayer. La memoria es un asunto sin importancia. Pero el mundo me exige memoria. Pagar las cuentas...no quiero insertarme a este mundo, quiero irme de él.
Quiero quedarme con los vacíos y los faltantes y que ninguna de esas imágenes se vuelvan a formar. No quiero DVDs ni ladrillos formando una casa. No quiero ropa, quiero una mañana tranquila.
Sueños de libertad con la mandíbula apretada...-me digo.
Comentarios
Un abrazo Addaz.
Te deseo muchos sueños de libertad, pero sin apretar la mandíbula (mejor).
Y al final todos queremos una mañana tranquila.
Excelente!