Igualar en el pequeño hombre

Ilustración: Ricardo Fumaral

¡Me parece tan tonto tener que acordarme de lo que he dicho antes para responder una pregunta en la actualidad! No adhiero ni a la sinceridad ni a la coherencia así como tampoco adhiero (o quiero no adherir) a la memoria y sus entrecruzamientos ficticios. Y, ya que estamos, no adhiero ni a la fidelidad ni a la lealtad ni a la seguridad, pero, eso es otro tema :P .

Me di cuenta que si uno «iguala con algo» (sea lo que fuere que eso signifique) no hay participación de la memoria, simplemente, porque el "dato" «está ahí», a pedir de mano, siempre.

Desde esta parte de mi mente ─y desde esta intelectualidad─ cuando uno dice algo que iguala en el pasado, en el presente sólo tiene que pensar, y, si en verdad se igualó, aquellos productos serán cosas iguales o, mejor aún, lo que se eleve a la superficie será un dejo de aliviante frescura. Igualar es una cosa que «es» siempre.

Al parecer, igualar trae producción, de cualquier tipo. Ciertos artistas igualan y sale la cosa artística. Beethoven igualó. José de San Martín igualó.

«Que el propio pecho se cierre en un igual» debería ser uno de los otros mandamientos (después de celebrar el cuerpo y respetar a la Naturaleza).

Igualar en el pequeño hombre ─me digo.

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Imagen (en hotlink, no la pude subir a blogger):
http://www.elmundo.es/elmundo/2007/07/05/sexo/1183655565.html