Incertidumbre vital y total
Amo a mi madre, la amo muchísimo. Y tengo una gran incertidumbre que acciona en mi pecho y en mi estómago. No tengo escritos que respondan a esta incertidumbre, que hoy es angustia.
¿Qué se hacen con las elecciones ajenas? ¿A dónde me coloco yo en todo esto?
Tengo una profunda angustia, que no es infelicidad, que no es tristeza y que, supongo, no es nada negativo. Una profunda angustia continuada. Y casi siempre fue y es por lo mismo, mi madre.
No sé qué pensar, qué decir, ante la perspectiva de sufrimiento de un ser humano querido. ¡Cuánta impotencia!
Soy amigo de mí mismo, y lo he sido así hasta en las más oscuras noches de mi alma. Yo sé lo que es el sufrimiento humano, por propio y por ajeno. No es algo que se escriba en ningún currículum.
Veo al ser humano frágil, atrapado en su dolor por elecciones que él toma. Pero no le soy del todo indiferente. Yo soy ese que sufre.
Vení y escuchá mi concepto de salud, negocialo conmigo, no es la última palabra ni el gran concepto. Pero, vení y escuchalo, así juntos como familia o como hermanos. Escuchá que por decisiones propias he logrado cierta tranquilidad, yo, quien nunca hizo nada por el mundo y que por ello nada se merece. Yo, el imperfecto, he logrado tranquilidad, mínima, atómica, ínfima, pero tranquilidad al fin. Si yo lo puedo hacer, cualquiera lo puede hacer. Paso a paso, aunque no existan los niveles, poco a poco, aunque no existan las cantidades, de momento a momento, aunque no exista el tiempo.
Amo a mi madre con todo mi corazón y soy amigo mío en esta solitaria angustia.
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