Serie de cuentos cortos impersonales, Cap. XIII y XIV.

Mi primer cuento/historia jamás publicado. 
Trata de un chico que conoce a una chica, ambos adolescentes. 
Hace rato que no publicaba sobre esto y hoy es una buena hora para el anonimato.
A la serie le puse The Perfect Love, El Amor Perfecto, por un montón de razones. Muchas cosas impredecibles que parecen imperfectas en un presente, con el tiempo, se vuelven increíbles y necesarias, se vuelven perfectas.

Muchas historias terminan con finales felices pero no todas con un sentido revolucionario.

Empezaré por una serie de cuentos cortos. Escribiré hasta donde me dé el cuero...


Anteriormente:
El amor perfecto.
El látigo rotundo.

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El amor perfecto.
Los Nombres y el Cine.
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-13-

Unos días después, ella lo llamó por teléfono para invitarlo a merendar y a leer algo de la facultad. Era la segunda vez que él iba a ir solo a su casa. Ya no era necesario ningún cómplice. Si bien nunca había demostrado lo contrario, su soltura, ahora, era decididamente más natural.

Días antes, ella le había comentado que aquél muchacho —el denominado nuevo actor en la escena— le había insinuado cosas sobre si quería ser su novia, ¡y que incluso le había intentado dar un beso! Le relató la insistencia del tipo y su atrevimiento; además, comentó que ella se negó, diríamos, rotundamente.

No importaba, a él le hervía la sangre, claro....
¡Es un picarón! —dijo, disimulando el hervidero. Yo no podría competir con él por vos. No es mi juego.
Ella lo miró, cerró y abrió bruscamente los ojos, como asintiendo, como no asintiendo, vaya uno a saber por qué. Después, ya sin mirarlo dijo un Te entiendo, a la vez que remató inmediatamente con un ¿Viste lo que dijo hoy la profesora...?...

Había unos silencios característicos y, después, unas charlas tipificadas que invitaban ir hacia un buen espectro de sociabilidad: todo eso era algo que provocaba acercamiento. Ella se reía un montón con sus chistes. Se pudo dar cuenta de que él no era alguien común, no era un chico de temas livianos. A veces parecía saber de lo que estaba hablando; incluso cuando hablaba del amor o daba vueltas sobre un tema parecido. Mientras sus pretendientes iban y venían sobre su atlética persona, él, se iba convirtiendo en un puntito que marcaba la diferencia.

Sin embargo, y sin importar lo anterior, él volvía intermitentemente a la desazón que sentía...aquella tan familiar y mal ubicada desazón. Una vez sí, otra vez, no...una vez sí, otra vez, no. No se daba cuenta nunca que transitaba por un Camino con corazón.

Y de nuevo, él no había leído a Castaneda todavía.

Una vez tocaron el timbre del portero. El timbrecito se oía en el comedor en donde ellos estaban sentados. La voz de un joven se escuchó salir del maldito tubo.
—Hola, ¿está Florencia?
—Si, ella habla. ¿Mariano?
—Sí, soy yo. ¿Qué estás haciendo? Salí un momento.
—¡Es Él! —le dijo en voz suave y silenciosa, tapando el tubo del portero, como para que el susodicho no se entere. Es él y me pide que salga.
—Y bueno, salí, te doy permiso...—bromeó y dos carcajadas al unísono mediante, ella salió a atenderlo.

Que lo tache, que lo tache, ¡que lo tache de una buena vez! —pensaba y repensaba él una, dos, tres, cuatro veces. Habrán demorado unos quince segundos entre que ella fue a buscar al pesado e ingresaron sorpresivamente a la cocina. No importaba el tiempo, él ya había pensado que lo tache, que lo tache cuatro por mil, mil por diez.

E ingresó nomás. Sonriente, perfumado, estrenando ropa y esquivo.

—¡Hola Diego! —saludó Mariano. ¿Cómo andas?
—Muy bien, che —contestó él. ¿De dónde vienes... no me digas que venís a estudiar con nosotros? —preguntó irónicamente...pero sin ironías.
—¡No, para nada! Aunque me diste una idea —guiñó el ojo. Vengo a hablar con la señorita —no se sabe cómo lo dijo, pero Diego, sin dudas, lo había tomado con muy poca gracia.
—¡Mariano! —le llamó ella— vení para el comedor.

Mientras tanto, Dieguito pensaba ¡cómo puedo ser tan boludo de darle una idea al jodido este!
Nuestro Él, Diego [ahora tiene nombre], se mordía los labios, hacía temblar una pierna y pensaba:
¡La pú...que lo parió, ahora voy a estudiar con el Mariano!

-14-

A él no le costó mucho tomar consciencia de que se estaban volviendo confidentes, estableciendo un vínculo. Su amigas y compañeras de casa le habían dicho que "Diego es un chico muy inteligente". Ellos dos, mientras tanto, coincidían en la impresión de que las veces que se veían siempre hacían algo diferente. Tomaban helado, salían a caminar, veían tele. Se sentaban en el banco de una plaza a conversar...Todo era nuevo, revelador y cómico.

Se solían matar de la risa cuando Diego se ponía a jugar con los perros de la calle. Parecía tener una onda particular con esos graciosos animales. De tanto que ya se había ido para la zona en donde vivía ella, Diego, les había puesto unos nombres bien graciosos a los perros callejeros del barrio: pepona, tortúlo, la chaifa...

La gente hace rato que se había percatado que el aire cercano, siempre que estos chicos estaban en los alrededores, se tornaba claro por el sublime matiz de la risa de estos jóvenes...,...humanos y animales.

Una vez fueron al cine. Él la había invitado estratégicamente en un momento de risas varias. Pensaba que en esos momentos era certero hacer o un pedido o una invitación.
—Che, ¿qué tal si vamos al cine? Vi una película prohibida para menores que parece que está re buena —bromeó...otra vez.
—Ay, no molestes. ¿Qué peli decís?
—Se llama 'Bruce, Todo poderoso', es de Jim Carrey, es una comedia...¿vamos?
—Síiiii, dale, ¡me encanta Jim Carrey!

Después de su tradicional puesta a punto, él llegó a la casa de Su amiga Florencia [¿vieron? hace rato que le puse nombre a ella también].

Ella estaba tremendamente bella, mientras que él, siempre nervioso, ya iba teniendo un pretexto sólido para estarlo, puesto que hacía sólo unos segundos había vagamente pensando que iba a intentar besarla en el cine.

Cuando Florencia salío, unos huracanes en fila azotaban con la forma de su particular olor la inocente nariz de Diego [¿les dije que ya tiene nombre?]. Apenas la vió, pensó en los besos que le daría y, observando que para que aquello suceda él debía atreverse en demasía, se ponía cada vez más nervioso; más tarde, más angustioso. En fin, su sarta de cosas típicas.

Tenía la impresión de que ella salía de su casa con frecuencia riéndose. Tal vez por haber terminado una charla con sus compañeras de pensión, tal vez porque se reían de él. ¿Su nerviosismo se olería a 200 metros? Pensó en que no creía que alguien lo hubiera visto tropezar en esa maldita baldosa. No, no, no, no era posible, las chicas no tienen Rayos X.
El clima del cine era absolutamente perfecto para él: un poco de oscuridad, una chica hermosa al lado, un aire de expectación exitante, pocas personas, un clima de risa y comedia. Su perfume. Las manos transpiradas de él. Pero su perfume...nada existía más que ese cuerpo de ella y ese perfume...

...

Sshhhh ¡Silencio!, comenzó la película.

Comentarios

Roal ha dicho que…
Sshhhh ¡Silencio!, comenzó la película.

Jejejejejeje, que bueno... No te tardes en publicar el capítulo 15, 16, 17, y másssss... XD

¿Sabes? Ya sabíamos que se llamaban Diego y Florencia. :-P

Que lindo Diego, me encantan esas historias donde el amor nace de una amistad, me resultan más genuinas, esas risas naturales, esa complicidad, hasta que ¡¡¡pooffff!!! El primer beso, y ya, ahí descubren lo que nació sin darse cuenta... Esperemos a ver que sucede con Dieguito y Florencia. ;-)

¡Chau! Besos... xxx
Nike ha dicho que…
Jajajaaj GRACIASSSSSSS ROAL!!!!!!!
Sos tramposa pero re linda ^^

Tengo unas cuántas historias más ya escritas, pero sólo escribo cuando estoy inspirao' . Así que será cada tanto el asunto...
Para mí lo importante es que siga escribiendo y publicando y que gente como vos me lea.

Te quiero, un beso en tu frente de sol!!!!!!!
Roal ha dicho que…
Pobre de mí, estoy rayada de tramposa... Bueeee ¿?¿? XD

Ok, esperaré q que te llegue la inspiración. :-)

Para mí lo importante es que siga escribiendo y publicando y que gente como vos me lea.

Ayyyyy, pero que lindo. ¡Gracias! Para mí es muy especial leerte.

Chau, besosssss...

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