No existir es algo serio
Ninguna persona con los pies sobre la Tierra debe plantearse la muerte de un modo definitivo (y no debe tampoco agregar, en el medio, alguna creencia que atenúe el impacto de la muerte). La muerte y el no existir no son lo mismo. Morir es una cosa, y no existir, es otra.
La inexistencia es prácticamente imposible. Si uno observa a la Naturaleza se dará cuenta que, al comienzo y al final de cuentas, siempre hay algo que «es» y sigue siendo, y que hay que ser un Dios para no ser.
Mi posición frente a la vida es no tener ninguna posición frente a la muerte. Y el ver lo que sucede en mi propio ambiente, con estas herramientas dadas en la percepción y en el pensamiento, no es tomar partido, es ver que la muerte es y que la inexistencia, simplemente, no es. Pudiera parecer místico, pero es algo muy sencillo y básico: una persona muerta, ya no es una persona y ni siquiera está muerta; una persona muerta es algo que entra por los poros de la Tierra, de las plantas, de la Naturaleza, del espacio circundante y de algún eventual observador humano o animal. Si el humano está hecho con la química de las cosas en el Universo, el humano sin vida es Universo en el ambiente. Un humano muerto no es inexistencia, y ya no es humano y ni siquiera está muerto.
Plantear la inexistencia es o de alguien extremadamente sabio que sabe, o de alguien moderadamente ignorante que cree saber. Y toda persona que parece ser sabia y que sabe no dice nada terminantemente, menos acerca de la muerte.
Creo que sentir tristeza por una ausencia o por la muerte de alguien es un lujo. Yo soy humano y siento la tristeza por el que no está, y es un lujo. Un lujo que alguien que no sabe se da. Si yo supiera fervientemente que la inexistencia es algo imposible, no habría tristeza ni vacío incómodo. La muerte y mi pecho danzarían tranquilos en un mar en calma.
Toda persona con los pies sobre la Tierra, es decir, con una mirada global ─que primero fue hacia adentro, y que ahora es hacia afuera─ sabe que la muerte es, y que la inexistencia, simplemente, no es. Porque no existir es algo serio, y esa seriedad todavía no existe.
La inexistencia es prácticamente imposible. Si uno observa a la Naturaleza se dará cuenta que, al comienzo y al final de cuentas, siempre hay algo que «es» y sigue siendo, y que hay que ser un Dios para no ser.
Mi posición frente a la vida es no tener ninguna posición frente a la muerte. Y el ver lo que sucede en mi propio ambiente, con estas herramientas dadas en la percepción y en el pensamiento, no es tomar partido, es ver que la muerte es y que la inexistencia, simplemente, no es. Pudiera parecer místico, pero es algo muy sencillo y básico: una persona muerta, ya no es una persona y ni siquiera está muerta; una persona muerta es algo que entra por los poros de la Tierra, de las plantas, de la Naturaleza, del espacio circundante y de algún eventual observador humano o animal. Si el humano está hecho con la química de las cosas en el Universo, el humano sin vida es Universo en el ambiente. Un humano muerto no es inexistencia, y ya no es humano y ni siquiera está muerto.
Plantear la inexistencia es o de alguien extremadamente sabio que sabe, o de alguien moderadamente ignorante que cree saber. Y toda persona que parece ser sabia y que sabe no dice nada terminantemente, menos acerca de la muerte.
Creo que sentir tristeza por una ausencia o por la muerte de alguien es un lujo. Yo soy humano y siento la tristeza por el que no está, y es un lujo. Un lujo que alguien que no sabe se da. Si yo supiera fervientemente que la inexistencia es algo imposible, no habría tristeza ni vacío incómodo. La muerte y mi pecho danzarían tranquilos en un mar en calma.
Toda persona con los pies sobre la Tierra, es decir, con una mirada global ─que primero fue hacia adentro, y que ahora es hacia afuera─ sabe que la muerte es, y que la inexistencia, simplemente, no es. Porque no existir es algo serio, y esa seriedad todavía no existe.
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