La emoción domina al pensamiento (2)

En esta ocasión hablaré de cómo una emoción controla el pensamiento.
Diré lo que es una emoción. Distinguiré al pensamiento como si tuviera tres niveles. Daré ejemplos.
Al final de la lectura una persona sabrá cómo hacer para renovar un estado de ánimo bajo y entenderá por qué éste se continua con el tiempo.
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Por ahora, esta serie se dividirá en cuatro partes:

Pensar sin que haya pensamiento distinguible

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Esto es harina de otro costal.
Advierto que el tema siguiente puede ser complejo
o de difícil acceso al entendimiento en una sola lectura.

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Reconozco que hay pensamientos en un nivel profundo de no-consciencia que, sin embargo, al parecer, no llegan a ser del todo una actividad dentro de los dominios del inconsciente.

Hay un tipo de pensamiento instaurado bajo la figura de lo que yo llamo una unidad emocional. Una unidad emocional es una combinación de varios sentimientos que producen un estado sobresaliente, tal vez producto de una suma simultanea.


Una biblioteca de la mente: La generación inconsciente de una emoción.

En la vida, uno ha ido repitiendo unos tipos de pensamientos que se fueron guardando en un repositorio de la mente (como en una biblioteca). Cada uno de estos pensamientos se diferencia de los otros por representar algo distinto y por estar delimitados de alguna manera. Toda emoción tiene su biblioteca particular dividida por la temática de esa emoción: miedos, enojos, alegrías, etc. En la biblioteca Miedos, supongamos, se guardan, como por clases, diferentes pensamientos con esa temática siendo, el primero de todos ellos, ingresante a esta exclusiva biblioteca por la experimentación/reproducción de una circunstancia fuertemente emocional: el encuentro con una gran gran araña, el primer enfrentamiento con la oscuridad, la soledad de estar sin los padres, la soledad misma, un momento de puro éxtasis, un gran experiencia sexual, etcétera (las dos últimas frases inscriptas en otra temática que no es el miedo propiamente dicho).

Las circunstancias que desprenden una fuerte connotación emocional propician la inscripción, por medio de un pensamiento, de la temática que se organizará en esa biblioteca mental: el día que yo veo una araña, me digo a mí mismo que es fea, horrible, amenazante, peligrosa, etc. y con ello yo genero una emoción acorde a los pensamientos implicados -en este caso con la temática 'miedo'-. Luego, cada cuestión que se asemeje al contenido de esa temática, logrará otra inscripción de un pensamiento que engrosará el volumen. Y así sucesivamente. Luego de repetir este mecanismo una y otra vez, el pensamiento desaparece y uno sólo se da cuenta de la emoción surgida en alguna eventualidad y ya no de lo que la catapultó, o sea, uno ya no se da cuenta cuál fue el pensamiento inscripto en la emoción ahora iniciada.

En un punto, una unidad emocional puede catapultarse por asociación de circunstancias: esta arañita que veo partenece al orden Arañas y, por lo tanto, tiene todo que ver con la gran arañota a la que tanto miedo le tuve aquella vez y, por eso, es concomitante y susceptible de que suceda un torrente de emoción parecido o igual a la vez en la que me enfrenté por primera vez con la araña grande. Todo esto uno lo hace sin la relativa participación de la consciencia. La repetición va logrando cierta eficiencia y en un momento dado sólo se precisan estímulos mínimos -y a veces no tan visibles por la consciencia- para producir cualquiera de las emociones incrustadas.

Así, por ejemplo, cuando estoy haciendo meditación, dejo la mente en blanco y sin la participación de ningún pensamiento advierto -sólo en algunos momentos- la emergencia de una emoción. Es ahí cuando me pregunto de dónde viene tal actividad emotiva si en realidad no hubo pensamiento disparador. Y, al parecer, lo que pasa es que existe, propiciado por mí, un catapultador de esa emoción -pero situado virtualmente en el ambiente, quizás- que no es pensamiento común.

Mi explicación reside entonces en que he logrado algún tipo de eficiencia a la hora de tener determinadas emociones y no necesito de grandes estímulos para iniciarlas, por eso, el estímulo que más reconozco se encuentra ausente -el pensamiento común- y es tal vez el responsable de todo esto un estímulo que no logro del todo identificar y que yo especulo puede estar en la asociación que yo hago con los datos del ambiente en ese específico momento de meditación. Esta asociación inadvertible yo creo es también pensamiento por el hecho de que considero a las emociones y a los sentimientos sólo posibles de ser iniciados por la actividad del pensamiento. En consecuencia, al yo decir que esta asociación es inadvertible por mí -por el momento-, también expreso que es pensamiento no-distinguible.

Alguien que tenga experiencia en meditación tal vez haya advertido un algo sin haber distinguido pensamiento alguno. Si ese algo es una emoción, entonces, estamos hablando de este nivel de pensamiento: el pensamiento no-distinguible.

Estos tres niveles de pensamiento (el consciente, el inconsciente y el no-distinguible) mueven un producto emocional contundente. El pensamiento no es nada sin las emociones ni los sentimientos y la información de los sentidos se adhiere a la misma categoría de nada cuando en ella tampoco hay pensamiento.

Yo tengo la tendencia a pensar que una emoción necesita del pensamiento de una manera determinante al principio, mientras que en su transcurso puede manejarse cómodamente de forma química. Y he ahí un punto totalmente clave: La emoción es un proceso químico.

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