El ruido en la puerta o sobre el Condicionamiento
La mente es misteriosa, no es un lugar situado en alguna parte en donde se pueda mirar, es algo que está en muchas partes, permanece en muchas partes, trazando líneas en todas direcciones. La mente es todos los arribas, todos los abajos, todos los lados. Relatar la mente es sólo un atrevimiento. Sensatez es realizar que la palabra no es el hecho.
La mente tiene una gran afinidad, algo con lo cual se relaciona muy sutilmente y desde donde encuentra un increíble soporte para sus maquinaciones íntimas o visibles: la repetición. La mente se adhiere a una repetición (como un ruido repetitivo), unas veces, y, otras tantas, la crea allí en donde no había nada. Por algún motivo, ella es afín a las estructuras, a las capas, a los niveles, y todo cuanto tenga algo de esas sustancias la mente lo hará camino y lo transitará. Aquí se hablará sobre el condicionamiento.
Separaré en partes un proceso que es completo y continuo:
Por un lado, en un momento dado, la mente ya ha incorporado a sus actividades el gen de la repetición (tómese "gen" como una metáfora). En mi caso, actualmente, mi mente aceitó profundamente esta manera de actuar ─de ser en la repetición─ y está formando el trazo íntimo de lo que soy acompañándome a los lugares que voy con tan absoluta cercanía que, en la mayoría de las veces en las que mi Yo actúa (un 99,9%), este gen de la repetición es casi totalmente invisible y forma parte de una identidad que ha venido a mí todas las veces inconscientemente. Todo lo demás puede venir a mi atención, pero, este ser en la repetición, no. Este es un condicionamiento del que muchos no somos ajenos. El gen de la repetición es el soporte y estructura de todo el condicionamiento posterior íntimo, común y cotidiano.
Por otro lado, esta base de ser repitiendo (esta estructura del repetir) pone repetición en cosas y cuestiones que efectivamente le son ajenas, que no están relacionadas entre sí terminantemente (esto es sutil), o en cosas y cuestiones en donde no había nada que se repitiese realmente (ningún ruido o estímulo aparente). Esta base del repetir relaciona una mente con cosas, situaciones y cuestiones que no son relacionables y toma algo del ambiente considerándolo como algo que se repite (cuando en realidad en el ambiente pudiera haber nada que en sí mismo se esté repitiendo). De un modo u otro, en el proceso uno presta atención a un estímulo cualquiera, como el ruido característico de una puerta, o reúne una serie de entidades ambientales (o no), no relacionables, dándole tratamiento como si fuera un estímulo real. Se supondrá para más “comodidad” mía en este texto, que el ruido o estímulo existe y está ahí, en el ambiente, repitiéndose cada vez realmente.
Luego, uno incorpora al proceso una fabricación anterior (su propio vacío de la personalidad) y lo direcciona inconscientemente hacia el ruido. Esta redirección se da porque consciente o inconscientemente uno pone un signo o una señal en el ruido: seguro es Marcelo que viene a cobrar el alquiler. (No he llegado a investigar otros signos; por ahora, al momento diré que este signo en particular es de anunciación: el ruido en la puerta me anuncia la llegada de alguien que cobrará el alquiler de mi habitación). El comentario de por qué uno pone un signo en un estímulo no me es interesante, pero tal vez se pueda decir porque la mente es así y, obviamente, no habrá satisfacción para nadie. Después, puede haber algo evolucionista que haría muy exhaustivo este texto; me limitaré a apuntar que es útil convertir un estímulo en un signo cuando un depredador anda cerca a fin de no andar procesando siempre iguales estímulos generando una tardanza en una posible huida: así, la mente pone una significación en un estímulo por economía y seguridad. Volviendo al ruido en la puerta, la particularidad de este signo es que uno pone en él el total o la síntesis de los adelantamientos a un hecho; es decir, uno ha repetido la espera (esto es clave) por la venida del señor del alquiler que esa espera se sintetiza en este signo (que, a su vez, es el ruido de la puerta).
Entonces, ya tengo mi base para un buen condicionamiento:
1. Soy un ser que incorpora en su identidad la repetición como estructura.
2. Esto funciona de soporte tanto para poner esta estructura en estímulos que sí se repiten (este es el ejemplo del ruido de la puerta), o poner repetición en elementos del ambiente que, por un lado, no emiten estímulos aparentes, y, por otro, no tienen relación alguna con ninguna instancia del Yo (una forma muy sutil de relacionar cosas que no se relacionan).
3. Con la estructura de repetición, uno presta atención a un estímulo del ambiente y cualquier sucesión lo toma como algo que se repite. Aquí la atención hacia el estímulo viene “viciada” porque ya se cree en que algo se repite. Este prestar atención surge por algo, no es una inocente conducta de prestar atención.
4. Luego viene la incorporación inconsciente de los vacíos personales hacia el ruido.
5. Simultáneamente (aunque con cierta anterioridad), el ruido es transformado en un signo de anunciación.
Repetir condiciona, hace que uno sea en función de algo, y estar repitiendo o ser repetición en la mayoría de lo que uno es, es también un condicionamiento; tal vez, a fines de lo que en este texto se quiera expresar, un condicionamiento maestro. Repetir condiciona, y tener estas actuaciones del repetir estrechamente ligadas con el ser y el estar siendo, es condicionamiento maestro: es decir, repetir el repetir es condicionamiento maestro y el gen del repetir. Mi Yo está programado para repetir y esto atiende una buena parte de lo que él es. Es muy posible que en los minutos venideros, horas, días y semanas, mi Yo y sus actividades se vean ligadas al repetir, y esto no es más que estar condicionado.
La puerta de la cocina del lugar en donde vivo hace un ruido característico cada vez que alguien la abre. Primero, se puede percibir cuando la manija es doblada para destrabar el mecanismo de cierre, e inmediatamente luego, el sonido que hace cuando se empuja la puerta para abrirla. Yo he puesto en estos sonidos angustia y ansiedad, términos que resumiré con la expresión “nerviosismo”: yo puse nerviosismo en el ruido de la puerta. ¿Cómo lo hice? Bueno, la respuesta es compleja por las imbricaciones del lenguaje mismo y algo ya se ha dicho a lo largo de este texto. Lo siguiente no es exacto:
Ciertas personas tienen lo que en este momento llamo vacíos en sus personalidades. Un vacío es un faltante real o ficticio que no ha encontrado una respuesta adecuada por parte del Yo hacia el ambiente en donde éste Yo se sitúa; básicamente, es no responder a un reto. Cuando una persona ya tiene la herramienta del lenguaje para relatar su ambiente y a sí mismo, los vacíos que siguen siendo en su personalidad se configuran en símbolos (un símbolo es un punto de significación, básicamente, algo que dice algo, no de sí sino de otra cosa). Un símbolo es, en este caso, un vacío continuado sin respuesta situado en la personalidad humana, por un lado, y, por otro, una zona que no está explorada pero que se puede percibir por lo que aparentemente produce (en mi caso, nerviosismo). Mi estructura del repetir que funciona de soporte para seguir repitiendo, mis vacíos en la personalidad, el cúmulo de no respuestas dadas, mis zonas inexploradas, de alguna manera, se situaron en el ruido de la puerta, y esto es por la intervención de mi mente, de mi Yo actuando desde una repetición, los cuales todos estos y aquellos constituyen los elementos que conforman mi sonoro condicionamiento. Esto se dispara en lo que dura el sonido de la puerta: un segundo, quizás, segundo y medio. El nerviosismo resultante puede durar indistintamente mucho o poco, dependiendo lo que se halle en materia de pensamientos y actuaciones en los momentos posteriores al disparador.
Existe también un estado o una calidad de ser en estos estados de vacíos de la personalidad que dan sustento para que uno se condicione con algo. Así, casi todo lo que yo observo, sea lo que fuere, está ligado con el condicionamiento, incluso la observación misma, interna o externa. La base está siempre ahí, y todo lo que emerge de esa base es invariablemente algo condicionado y condicionamiento. El condicionamiento es tan absolutamente profundo que parece ser no relatable desde un lenguaje con lo que un awareness (del enfoque gestáltico), en este contexto, tiene todas las chances de estructurarse en un nuevo condicionamiento.
El condicionamiento es un lago que todo lo pide, con tanta suerte que todo lo obtiene, psicológicamente.
Un texto intelectual como este no puede producir ningún “darme cuenta” gestáltico en nadie que no esté empapado personalmente en la exploración de lo que sea el condicionamiento. Será un texto común y silvestre (como realmente lo es) pero también ladrillo del propio status quo. Todos los descubrimientos ajenos a uno mismo se cuelan por un pasaje del Yo de tal forma que vienen a uno como especulación. Quizás eso también sea parte del mismo condicionamiento que aquí se menciona. Por eso una persona debe estar en sintonía. Yo considero que un camino para entender la totalidad del condicionamiento es pensar en todo momento sobre él, escribir sobre él, leer sobre él, escuchar sobre él, rodearse de todas las señales que conduzcan a él, no porque alguien lo diga sino porque uno mismo saca esa conclusión en un determinado sector de sus iniciativas. Así es posible reunir la suficiente “fuerza personal” para que surja esa tan ansiada luz sobre este o cualquier tema.
Se aborda la temática y, así como comenzó, se la termina en esta entrada. El ruido de la puerta sigue ahí, y uno lo escucha todas las mañanas. El inocente ruido y las mil palabras, los vacíos personales, las mañanas y los días.
La mente tiene una gran afinidad, algo con lo cual se relaciona muy sutilmente y desde donde encuentra un increíble soporte para sus maquinaciones íntimas o visibles: la repetición. La mente se adhiere a una repetición (como un ruido repetitivo), unas veces, y, otras tantas, la crea allí en donde no había nada. Por algún motivo, ella es afín a las estructuras, a las capas, a los niveles, y todo cuanto tenga algo de esas sustancias la mente lo hará camino y lo transitará. Aquí se hablará sobre el condicionamiento.
Separaré en partes un proceso que es completo y continuo:
Por un lado, en un momento dado, la mente ya ha incorporado a sus actividades el gen de la repetición (tómese "gen" como una metáfora). En mi caso, actualmente, mi mente aceitó profundamente esta manera de actuar ─de ser en la repetición─ y está formando el trazo íntimo de lo que soy acompañándome a los lugares que voy con tan absoluta cercanía que, en la mayoría de las veces en las que mi Yo actúa (un 99,9%), este gen de la repetición es casi totalmente invisible y forma parte de una identidad que ha venido a mí todas las veces inconscientemente. Todo lo demás puede venir a mi atención, pero, este ser en la repetición, no. Este es un condicionamiento del que muchos no somos ajenos. El gen de la repetición es el soporte y estructura de todo el condicionamiento posterior íntimo, común y cotidiano.
Por otro lado, esta base de ser repitiendo (esta estructura del repetir) pone repetición en cosas y cuestiones que efectivamente le son ajenas, que no están relacionadas entre sí terminantemente (esto es sutil), o en cosas y cuestiones en donde no había nada que se repitiese realmente (ningún ruido o estímulo aparente). Esta base del repetir relaciona una mente con cosas, situaciones y cuestiones que no son relacionables y toma algo del ambiente considerándolo como algo que se repite (cuando en realidad en el ambiente pudiera haber nada que en sí mismo se esté repitiendo). De un modo u otro, en el proceso uno presta atención a un estímulo cualquiera, como el ruido característico de una puerta, o reúne una serie de entidades ambientales (o no), no relacionables, dándole tratamiento como si fuera un estímulo real. Se supondrá para más “comodidad” mía en este texto, que el ruido o estímulo existe y está ahí, en el ambiente, repitiéndose cada vez realmente.
Luego, uno incorpora al proceso una fabricación anterior (su propio vacío de la personalidad) y lo direcciona inconscientemente hacia el ruido. Esta redirección se da porque consciente o inconscientemente uno pone un signo o una señal en el ruido: seguro es Marcelo que viene a cobrar el alquiler. (No he llegado a investigar otros signos; por ahora, al momento diré que este signo en particular es de anunciación: el ruido en la puerta me anuncia la llegada de alguien que cobrará el alquiler de mi habitación). El comentario de por qué uno pone un signo en un estímulo no me es interesante, pero tal vez se pueda decir porque la mente es así y, obviamente, no habrá satisfacción para nadie. Después, puede haber algo evolucionista que haría muy exhaustivo este texto; me limitaré a apuntar que es útil convertir un estímulo en un signo cuando un depredador anda cerca a fin de no andar procesando siempre iguales estímulos generando una tardanza en una posible huida: así, la mente pone una significación en un estímulo por economía y seguridad. Volviendo al ruido en la puerta, la particularidad de este signo es que uno pone en él el total o la síntesis de los adelantamientos a un hecho; es decir, uno ha repetido la espera (esto es clave) por la venida del señor del alquiler que esa espera se sintetiza en este signo (que, a su vez, es el ruido de la puerta).
Entonces, ya tengo mi base para un buen condicionamiento:
1. Soy un ser que incorpora en su identidad la repetición como estructura.
2. Esto funciona de soporte tanto para poner esta estructura en estímulos que sí se repiten (este es el ejemplo del ruido de la puerta), o poner repetición en elementos del ambiente que, por un lado, no emiten estímulos aparentes, y, por otro, no tienen relación alguna con ninguna instancia del Yo (una forma muy sutil de relacionar cosas que no se relacionan).
3. Con la estructura de repetición, uno presta atención a un estímulo del ambiente y cualquier sucesión lo toma como algo que se repite. Aquí la atención hacia el estímulo viene “viciada” porque ya se cree en que algo se repite. Este prestar atención surge por algo, no es una inocente conducta de prestar atención.
4. Luego viene la incorporación inconsciente de los vacíos personales hacia el ruido.
5. Simultáneamente (aunque con cierta anterioridad), el ruido es transformado en un signo de anunciación.
Repetir condiciona, hace que uno sea en función de algo, y estar repitiendo o ser repetición en la mayoría de lo que uno es, es también un condicionamiento; tal vez, a fines de lo que en este texto se quiera expresar, un condicionamiento maestro. Repetir condiciona, y tener estas actuaciones del repetir estrechamente ligadas con el ser y el estar siendo, es condicionamiento maestro: es decir, repetir el repetir es condicionamiento maestro y el gen del repetir. Mi Yo está programado para repetir y esto atiende una buena parte de lo que él es. Es muy posible que en los minutos venideros, horas, días y semanas, mi Yo y sus actividades se vean ligadas al repetir, y esto no es más que estar condicionado.
La puerta de la cocina del lugar en donde vivo hace un ruido característico cada vez que alguien la abre. Primero, se puede percibir cuando la manija es doblada para destrabar el mecanismo de cierre, e inmediatamente luego, el sonido que hace cuando se empuja la puerta para abrirla. Yo he puesto en estos sonidos angustia y ansiedad, términos que resumiré con la expresión “nerviosismo”: yo puse nerviosismo en el ruido de la puerta. ¿Cómo lo hice? Bueno, la respuesta es compleja por las imbricaciones del lenguaje mismo y algo ya se ha dicho a lo largo de este texto. Lo siguiente no es exacto:
Ciertas personas tienen lo que en este momento llamo vacíos en sus personalidades. Un vacío es un faltante real o ficticio que no ha encontrado una respuesta adecuada por parte del Yo hacia el ambiente en donde éste Yo se sitúa; básicamente, es no responder a un reto. Cuando una persona ya tiene la herramienta del lenguaje para relatar su ambiente y a sí mismo, los vacíos que siguen siendo en su personalidad se configuran en símbolos (un símbolo es un punto de significación, básicamente, algo que dice algo, no de sí sino de otra cosa). Un símbolo es, en este caso, un vacío continuado sin respuesta situado en la personalidad humana, por un lado, y, por otro, una zona que no está explorada pero que se puede percibir por lo que aparentemente produce (en mi caso, nerviosismo). Mi estructura del repetir que funciona de soporte para seguir repitiendo, mis vacíos en la personalidad, el cúmulo de no respuestas dadas, mis zonas inexploradas, de alguna manera, se situaron en el ruido de la puerta, y esto es por la intervención de mi mente, de mi Yo actuando desde una repetición, los cuales todos estos y aquellos constituyen los elementos que conforman mi sonoro condicionamiento. Esto se dispara en lo que dura el sonido de la puerta: un segundo, quizás, segundo y medio. El nerviosismo resultante puede durar indistintamente mucho o poco, dependiendo lo que se halle en materia de pensamientos y actuaciones en los momentos posteriores al disparador.
Existe también un estado o una calidad de ser en estos estados de vacíos de la personalidad que dan sustento para que uno se condicione con algo. Así, casi todo lo que yo observo, sea lo que fuere, está ligado con el condicionamiento, incluso la observación misma, interna o externa. La base está siempre ahí, y todo lo que emerge de esa base es invariablemente algo condicionado y condicionamiento. El condicionamiento es tan absolutamente profundo que parece ser no relatable desde un lenguaje con lo que un awareness (del enfoque gestáltico), en este contexto, tiene todas las chances de estructurarse en un nuevo condicionamiento.
El condicionamiento es un lago que todo lo pide, con tanta suerte que todo lo obtiene, psicológicamente.
Un texto intelectual como este no puede producir ningún “darme cuenta” gestáltico en nadie que no esté empapado personalmente en la exploración de lo que sea el condicionamiento. Será un texto común y silvestre (como realmente lo es) pero también ladrillo del propio status quo. Todos los descubrimientos ajenos a uno mismo se cuelan por un pasaje del Yo de tal forma que vienen a uno como especulación. Quizás eso también sea parte del mismo condicionamiento que aquí se menciona. Por eso una persona debe estar en sintonía. Yo considero que un camino para entender la totalidad del condicionamiento es pensar en todo momento sobre él, escribir sobre él, leer sobre él, escuchar sobre él, rodearse de todas las señales que conduzcan a él, no porque alguien lo diga sino porque uno mismo saca esa conclusión en un determinado sector de sus iniciativas. Así es posible reunir la suficiente “fuerza personal” para que surja esa tan ansiada luz sobre este o cualquier tema.
Se aborda la temática y, así como comenzó, se la termina en esta entrada. El ruido de la puerta sigue ahí, y uno lo escucha todas las mañanas. El inocente ruido y las mil palabras, los vacíos personales, las mañanas y los días.
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